dijous, 14 de juny del 2012

EL CASO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL USA

Es posible otro magisterio

Jesús Martínez Gordo

Fuente
16 de mayo de 2012

    • Quedan reducidas a ser un modesto órgano de cooperación práctica entre los obispos de una nación
    • La Curia Vaticana se siente autorizada a ejercer un control estricto sobre toda la Iglesia, funcionando, de hecho, como una instancia intermedia entre el Papa y los obispos.

El concilio Vaticano II expresó su esperanza de que las Conferencias Episcopales desempeñaran un papel análogo al de los patriarcados de la iglesia antigua con el fin de garantizar una legítima y feliz pluriformidad en la comunión (LG 23).

En general, la institución de la Conferencias Episcopales trajo -en el período inmediatamente posterior al concilio- un magisterio eclesial más cercano a las preocupaciones de los católicos y un enorme reconocimiento social del mismo. La referencia a la Conferencia Episcopal de los EEUU es obligada cuando se busca un ejemplo concreto.

Los obispos estadounidenses de aquel tiempo entendieron que la Conferencia Episcopal no solo era la asamblea de prelados de una nación ejerciendo conjuntamente su responsabilidad pastoral (Cf. CD. 38.1), sino también un colegio que podía y debía contar con la colaboración de los fieles en la elaboración del magisterio eclesial.

Por eso, dieron un paso adelante y solicitaron –en conformidad con las indicaciones del Vaticano II sobre el "sensus fidelium" (LG 12)–  la ayuda del Pueblo de Dios en la redacción de sus cartas pastorales.

Esta iniciativa fue valorada muy positivamente por un pueblo cristiano que -como el estadounidense- siempre ha preconizado una mayor participación y transparencia de la autoridad. Como consecuencia de esta decisión, los documentos aprobados por los obispos alcanzaron un prestigio y una autoridad moral nunca vueltos a lograr por ninguna otra clase de magisterio eclesial, al menos, en EEUU.

Un magisterio participativo

La carta pastoral es una forma de comunicación que los responsables de la iglesia usan, siguiendo el ejemplo de S. Pablo, para exhortar, informar, enseñar, etc. sobre situaciones concretas. Gracias a ella se expresa (sin ser obligatoriamente normativa) la posición del autor o de sus firmantes sobre una determinada cuestión. Es una contribución magisterial que puede coexistir con otras ya que no es la única posible.

Tres fueron, por aquel entonces, las inquietudes que los obispos estadounidenses quisieron abordar con la participación de sus comunidades: la carrera de armamentos nucleares, las desigualdades económicas y la promoción de la mujer en la Iglesia.

En conformidad con la decisión adoptada, la Conferencia Episcopal empezó a elaborar cada una de estas tres cartas pastorales respetando los siguientes pasos: enviaba una primera redacción a los responsables de los centros de formación y a las diferentes asociaciones vinculadas a la Iglesia, solicitándoles modificaciones, sugerencias y precisiones.

Esas observaciones eran tenidas en cuenta en una segunda redacción que se volvía a enviar para recoger nuevamente las críticas y las recomendaciones. La culminación del proceso requería -como es de suponer- varios años, al final de los cuales la Conferencia Episcopal se posicionaba mediante votación. Para la aprobación del texto presentado se requerían los dos tercios. Esta mayoría se alcanzó en las dos primeras cartas pastorales, pero no fue posible en la tercera: la dedicada al sacerdocio de la mujer.

Tal y como se pretendía, los documentos eclesiales redactados y aprobados de esta manera tuvieron una excepcional y favorable acogida. Sin embargo, dicha aceptación no logró diluir las resistencias y los intentos de desautorizarlos por parte, incluso, de las más altas instancias políticas y gubernativas del país.

Así, por ejemplo, la primera de las cartas, la que abordada el problema de la disuasión nuclear ("el desafío de la paz", 1983), encontró enormes resistencias en la administración estadounidense porque la comunidad católica con sus obispos calificaba como inmoral la posibilidad de que se pudiera desencadenar una guerra nuclear e, incluso, la misma intención de hacerla.

La segunda ("justicia económica para todos", 1986), también tuvo una calurosa acogida en EEUU y entre muchos colectivos (cristianos o no) del mundo, a pesar de que los hermanos Boff la criticaran severamente por no cuestionar el sistema económico liberal del mercado. A pesar ello, es preciso reconocer que denunciaba la feminización de la pobreza y reconocía el derecho inalienable que tiene todo ser humano a disfrutar de un mínimo económico y social.

La tercera y última carta pastoral estuvo dedicada a las mujeres, "compañeras en el misterio de la redención". La comisión redactora fue convocada en Roma. Allí les pidieron que respetaran estrictamente las enseñanzas del magisterio pontificio de los últimos años sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia y, más concretamente, que no defendieran su promoción al sacerdocio ministerial.

Como consecuencia de estas presiones y del subsiguiente proceso de romanización a que fue sometido, la Conferencia Episcopal (y con ella, la gran mayoría de la base eclesial estadounidense) sintió que el texto presentado no era suyo y lo consideró inaceptable. Emitió, por ello, su voto negativo en 1992. Era la cuarta redacción y habían pasado siete años desde los primeros trabajos.

Reacciones de la curia vaticana

La línea seguida por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos durante las décadas de los ochenta y de los noventa evidencia una concepción y un ejercicio de la autoridad apostólica marcadamente comunitario, algo no experimentado hasta entonces.

El decantamiento por esta manera de ejercer el magisterio eclesial provocó una doble reacción en el Vaticano: una primera, dirigida directamente a la Conferencia Episcopal Norteamericana y otra segunda, a todas las conferencias episcopales del mundo.

En 1988 se publica la primera de las reacciones romanas bajo la forma de un "instrumentum laboris" firmado por el cardenal Gantin como Prefecto de la Congregación para los Obispos: "Estatuto teológico y jurídico de las conferencias episcopales".

El cardenal Gantin sostiene que las conferencias no tienen autoridad doctrinal y que no son una verdadera expresión de colegialidad porque, por derecho divino, sólo el Papa puede enseñar a toda la iglesia. Los obispos solo pueden impartir magisterio en sus respectivas iglesias. Este texto venía acompañado de una carta en la que el cardenal pedía a los prelados norteamericanos que respondieran por escrito.

La contestación al texto de Mons. Gantin en noviembre del mismo año fue un "non placet" masivo. Los obispos norteamericanos entendían que el "instrumentum laboris" suponía un serio atentado al ejercicio auténtico de la autoridad en la Iglesia; se asentaba en una deficiente concepción de la colegialidad y de la comunión; estaba lleno de imprecisiones interpretativas; no contemplaba debidamente las preocupaciones de los obispos diocesanos; descuidaba el reconocimiento de la capacidad doctrinal que el Vaticano II asigna a las conferencias episcopales e ignoraba la teología del "pueblo de Dios". Pedían, por eso, una revisión a fondo.

La reconsideración del estatuto de las conferencias episcopales en "Apostolos suos" (1998)

Diez años más tarde, el 23 de julio de 1998 Juan Pablo II publica el "motu proprio" o carta apostólica "Apostolos suos" sobre la naturaleza y los limites de la autoridad de las conferencias episcopales. La carta recupera casi literalmente el mismo título que el "instrumentum laboris" enviado por Mons. Gantin a la Conferencia Episcopal de los EEUU una decena de años antes: "Naturaleza teológica y jurídica de las Conferencias de los Obispos".

Después de recordar que la existencia de las conferencias episcopales es algo sometido a la Santa Sede (que las instituye y determina estrictamente sus poderes), afirma que estas instituciones existen únicamente para sostener y apoyar la responsabilidad "inalienable" de cada obispo en su diócesis, sin pretender sustituirla indebidamente (nº 24).

En otro momento, determina la necesidad de alcanzar la unanimidad cuando se trata de proclamar "conjuntamente la verdad católica en materia de fe y moral"(nº 21) y, finalmente, corrige la formulación teológica de LG 23 cuando el Vaticano II afirma que es "en y a partir de las iglesias particulares como existe la iglesia católica, una y única" a favor de que la iglesia universal "es una realidad ontológica y cronológicamente previa a toda iglesia particular singular".

Como resultado de esta Carta Apostólica, las conferencias episcopales quedan reducidas a ser un modesto órgano de cooperación práctica entre los obispos de una nación.

Y lo que es más preocupante: la Curia Vaticana se siente autorizada para ejercer un control estricto sobre toda la Iglesia y en todos los aspectos, funcionando, de hecho, como una instancia intermedia entre el Papa y los obispos.

A partir de ahora, se asiste la recuperación de una forma de gobierno eclesial poco o nada colegial. Como consecuencia de ello, se abre un tiempo de complicadas relaciones con las conferencias episcopales de EEUU., Brasil, Holanda, Alemania, Suiza y con algunas de Oriente y se empieza a promover al episcopado personas más dispuestas a escuchar las demandas que brotan de la curia vaticana que las que surgen de las iglesias locales que presiden o que han de presidir.

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