divendres, 8 de març del 2013

JOSÉ A. PAGOLA: CARTA A MIS LECTORES

Per l'interès que aquest tema ha suscitat durant aquests darrers anys i la curiositat de molts seguidors d'aquest autor, us oferim aquesta carta escrita de la seva pròpia mà després que la Congregació per a la Doctrina de la Fe (Roma) hagi donat una resolució definitiva sobre el particular. Hem de suposar que la nota de la Congregació romana es farà pública ben aviat. De moment, us deixem les paraules que ha escrit el mateix D. José A. Pagola, sacerdot de la Diòcesi de Sant Sebastià, parlant del seu llibre.

CARTA A MIS LECTORES:

He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro «Jesús. Aproximación histórica». Con este motivo quiero dirigirme a quienes han leído mi libro o han seguido de cerca las polémicas suscitadas a lo largo de estos seis años.
1. Antes que nada, quiero decir que recibo las decisiones que se han tomado sobre mi libro como un estímulo que me reafirma en lo que, en estos momentos, esel único objetivo de mi vida: contribuir a que los hombres y mujeres de hoy podamos conocer mejor la personalidad apasionante de Jesús, acoger con más entusiasmo su proyecto de construir un mundo más humano, y acercarnos con más fe al misterio de esperanza que se encierra en su persona.
2. A quienes habéis leído mi libro os puede interesar conocer, aunque sea de manera concisa, las principales decisiones tomadas por Roma. En lo referente a cuestiones doctrinales, la Congregación reconoce que mi libro no contiene ninguna proposición contraria a la fe, por lo cual no me ha pedido corregir ningún error doctrinal o afirmación herética. En lo referente a cuestiones metodológicas, la Congregación hace diversas consideraciones sobre el objetivo y la naturaleza de mi libro, y sobre la relación entre fe e investigación histórica. Sin embargo, no ha considerado necesario pedirme una revisión del enfoque de mi obra ni tampoco corrección alguna sobre la metodología que empleo en mi trabajo.
3. Lo que se me ha pedido es que, “para evitar equívocos y malentendidos” introduzca en futuras ediciones “las modificaciones” sugeridas por mí mismo, en torno a cinco puntos concretos. No he dudado en ningún momento en colaborar con esta disposición, pues lo único que he buscado siempre ha sido que mi libro siga sembrando la Buena Noticia de Jesús. La nueva edición saldrá próximamente.
4. En estos momentos quiero agradeceros vivamente a los que, a lo largo de estos años, me habéis manifestado de diversas maneras vuestra cercanía y apoyo incondicional. He podido leer conmovido la experiencia que habéis vivido muchos de vosotros al leer mi libro. Me decís que Jesús ha cambiado radicalmente vuestra vida, que en él os habéis encontrado por fin con un Dios Amigo, que os habéis reafirmado en vuestra fe, que os habéis comprometido a vivir de manera evangélica… Gracias a todos. Me habéis hecho experimentar que Jesús sigue vivo en medio de nosotros.
5. Ahora solo miro al futuro. Quiero vivir mis últimos años colaborando en lo que considero la tarea más urgente en la Iglesia actual: volver a Jesucristo como la única verdad de la que nos está permitido vivir y la única fuerza que nos puede hacer caminar hacia una Iglesia más evangélica al servicio de un mundo más humano. Ya no sabría vivir de otra manera.
José Antonio Pagola
8 de marzo de 2013







dijous, 28 de febrer del 2013

DECLARACIÓN SOBRE LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA CATÓLICA

160 TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS DE LA IGLESIA CATÓLICA

http://iglesia-segun-el-evangelio-hoy.org/

Con ocasión del 50º aniversario del Concilio Vaticano II (1962-1965), invitamos a todos los miembros del Pueblo de Dios, a evaluar la situación de nuestra Iglesia.

Muchos de los temas clave del Vaticano II todavía no han sido implementados, en absoluto, o lo han sido sólo parcialmente. Esto ha sido debido a la resistencia de algunos sectores, pero también a una cierta dosis de ambigüedad que se dejó pasar en algunos de los documentos conciliares.

La principal causa del actual estancamiento radica en su incorrecta interpretación y la mala aplicación en lo que concierne al ejercicio de la autoridad en la Iglesia. Concretamente, los siguientes temas requieren una corrección urgente:

La función del papado necesita ser redefinida claramente en la línea de la intención de Cristo. Como supremo pastor, unificador y principal testigo de la fe, el Papa contribuye sustancialmente a la buena salud de la Iglesia universal. Sin embargo, su autoridad no puede oscurecer, disminuir ni suprimir la autoridad auténtica otorgada directamente por Cristo a todos los miembros del Pueblo de Dios.

Los obispos son vicarios de Cristo, no vicarios del papa. Tienen una responsabilidad inmediata de sus diócesis, y una responsabilidad, compartida con los otros obispos y el papa, respecto a la comunidad de fe mundial.

El Sínodo de los obispos debe asumir un papel más decisivo en la planificación y en la orientación del mantenimiento y el crecimiento de la fe dentro de nuestro complejo mundo actual. Para llevar a cabo esta tarea, el sínodo de los obispos necesita ser dotado de unas estructuras apropiadas.

El Concilio Vaticano II ordenó que debía haber colegialidad y corresponsabilidad en todos los niveles. Esto no ha sido llevado a cabo. Como estableció el Concilio, los consejos presbiterales y los consejos pastorales, deben involucrar a los creyentes más directamente en las tomas de decisión concernientes con la formulación de la doctrina, la gestión de la pastoral y la evangelización de la sociedad secular.

El abuso de nombrar para puestos directivos de la Iglesia a candidatos de una única forma de pensamiento, debe ser erradicado. Se debe establecer nuevas normas, y una supervisión sobre su cumplimiento, para asegurar que las elecciones para tales puestos sean llevadas a cabo de una manera limpia y transparente, y en cuanto sea posible, democrática.

La Curia romana requiere una reforma más radical, en la línea de las instrucciones y la visión del Concilio Vaticano II. La Curia debería continuar existiendo por sus útiles servicios administrativos y ejecutivos.

La Congregación para la Doctrina de la Fe debe ser asistida por comisiones internacionales de expertos, que han de ser escogidos de forma independiente, sobre la base de su competencia profesional.

Estos no son, ciertamente, todos los cambios necesarios. Somos conscientes de que la puesta en marcha de estas reformas estructurales deberá ser elaborada con detalle, según las posibilidades y limitaciones de las actuales y futuras circunstancias. Sin embargo queremos destacar que estas siete reformas sugeridas son urgentes y que su puesta en marcha debe comenzar inmediatamente.

El ejercicio de la autoridad de nuestra Iglesia debe emular las normas de transparencia, de rendición de cuentas y de democracia que son practicadas en la sociedad moderna. La autoridad en la Iglesia debe ser percibida como honesta y digna de confianza, inspirada por un espíritu de humildad y de servicio, mostrando preocupación por la gente más que por las reglas y la disciplina, transparentando a un Cristo que nos hace libres, y escuchando al Espíritu de Cristo que habla y actúa a través de cada persona.

dimecres, 9 de gener del 2013

CREER DE OTRA MANERA

Andrés Torres Queiruga

Fuente

En el Evangelio disponemos de la mejor, insuperable, imagen de Dios aparecida en la historia. Pero largos siglos de contaminación la han deformado, hasta hacerla irreconocible en muchos puntos, que no siempre son los menos importantes. Aquí, mirando a los conceptos de fondo, señalaré algunos que están clamando con especial urgencia ser revisados a fondo, agrupándolos en tres capítulos.

Contra una lectura deformada de la creación

Aunque está en vías de superación, uno de los más grandes problemas que arrastra la teología actual es la lectura literal o fundamentalista de la Biblia. De modo muy especial, afecta nada menos que a los maravillosos relatos de la creación en el Génesis. En ellos, con el simbolismo profundo del lenguaje mítico, se nos habla de la intención de Dios, que no busca para nosotros más que la realización, el amor y la felicidad. Eso quiere significar el símbolo del paraíso: la meta a la que estamos destinados. A esa meta se opone el mal; por eso la Biblia lo pone fuera de Dios. La narración mítica, preocupada por llamarnos a la bondad, se fija sobre todo en el pecado humano, que, como muestran los primeros capítulos —del asesinato de Caín a la corrupción universal—, tanto daño hace. Pero tomar a la letra, convirtiendo en explicación física o metafísica lo que sólo quiere ser una exhortación moral, lleva al disparate.

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