dimecres, 9 de gener del 2013

CREER DE OTRA MANERA

Andrés Torres Queiruga

Fuente

En el Evangelio disponemos de la mejor, insuperable, imagen de Dios aparecida en la historia. Pero largos siglos de contaminación la han deformado, hasta hacerla irreconocible en muchos puntos, que no siempre son los menos importantes. Aquí, mirando a los conceptos de fondo, señalaré algunos que están clamando con especial urgencia ser revisados a fondo, agrupándolos en tres capítulos.

Contra una lectura deformada de la creación

Aunque está en vías de superación, uno de los más grandes problemas que arrastra la teología actual es la lectura literal o fundamentalista de la Biblia. De modo muy especial, afecta nada menos que a los maravillosos relatos de la creación en el Génesis. En ellos, con el simbolismo profundo del lenguaje mítico, se nos habla de la intención de Dios, que no busca para nosotros más que la realización, el amor y la felicidad. Eso quiere significar el símbolo del paraíso: la meta a la que estamos destinados. A esa meta se opone el mal; por eso la Biblia lo pone fuera de Dios. La narración mítica, preocupada por llamarnos a la bondad, se fija sobre todo en el pecado humano, que, como muestran los primeros capítulos —del asesinato de Caín a la corrupción universal—, tanto daño hace. Pero tomar a la letra, convirtiendo en explicación física o metafísica lo que sólo quiere ser una exhortación moral, lleva al disparate.

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